Yayamé





Siembra

¿Cuántos insurrectos sin tierras

dejan flor de muerto y cera en las tumbas


y trece tortillitas para el ánima 

que sembró el frijol?

Yayamé tiene un hueco en su boca

                 donde entra el viento.


Las preguntas se enfrían

como agua ofrendada a los muertos.




Huesos

Huesos tuberculosos

soñando en una 
cama de lodo, 


una mujer se acuerda que antes

cayó la ceniza.

Sus niños van a vivir

ocho meses 
más, 

la milpa creciendo 

y el hambre a un lado.

Hasta la vemos. 



Aquí llueve

y a veces, también cuando la pedimos.
Muchos vuelven de las fincas cafetaleras
y son pocos los que tardan treinta años.


A algunos ni les hace falta milpa, 

ni les toca abandonar a sus abuelas
para sembrar maíz en tierras nuevas.


Aquí llueve siempre

y, a veces, también
cuando la pedimos.




Eclipse

Usted no usa mecapal, Sol.

Usted no usa azadón.
Usted no tiene que limpiar su milpa.
Allí nomás sentado, 
un rato negro, un rato oro.

Yo que soy limosnera de la cosecha

                agarro el zacate.
                Arranco el zacate.

Aprendo pero poco y sé escupir.

La cara del sol es negra.
Eran las tres de la tarde de quién sabe 
                cuál año.
Era la época de elotes.
Mi hermano me acompañó a nacer
se puso a matar ratones. 
Los pepenan en el zacate largo.
Regresan corriendo cuando oscurece
                 la tierra.
Y ya oscurecía la tierra.
Se muere el sol.
Mi madre quemaba musgo.


No sé cuál año fue, no cuento los años, 

pero había llegado a mi alma, al principio
cuando era nueva todavía.


El sol ya era viejo.





Canto Antiguo

Escucha la fosa me muerde adentro:

todavía hay usura de sangre.
Usura de sangre en la cueva del dueño
de todo, usura de sangre
                 en la oscuridad dentellada, 
cueva de usura sangrienta.
El alma del tlacuache
                nos arrebata los domingos.
Cueva de usura sangrienta.
Las hijas que sirven su mesa son mías.
Usura sangrienta en la tierra.


Cada día le sale un hijo

con alas. Los tragacarbón.

¡Levántate! Tigre serpiente.

Tigre serpiente en la tierra.




Sueño

Perros negros, amarillos, blancos:


Estoy tan acostumbrada a no estar muerta. 


Cruzando éste hay otro río.

Estoy tan acostumbrada a no estar muerta.

Ah, pobre perro, 

ven a visitarme, come tu tortilla.
Me vas a llevar al otro lado, 
                perro amarillo.

A veces sueño, 

¿Ahí estás? Me preguntan.
Ay, pero no quiero ir con ustedes, 
                 les digo. 
Estoy tan acostumbrada a no estar muerta.




Luces

Jugamos a parir 

hincadas en el suelo.


También jugamos a resbalarnos sobre

una tablita en el suelo. 
Buscamos un lugar de bajada
y nos resbalamos por ella, encima
de la luz.


Así a diario jugamos.

No sabemos escribir.
No aprendimos a quejarnos.


La matriz de mi madre es agria.

Yayamé y yo nacimos sudando.



                  Desata mis pies y mis manos

llora y hay que abrazarlos.


Cuelga un lazo del cielo.

Se apoya el pecho en él para hacer fuerza.


De por sí es fuerte el dolor

cuando están cantando los gallos.




Despedidas entre mujeres

Se fue ya de una vez.

Tampoco tenía cajón ella
y se queda para siempre
en su lugar donde va sobre el cielo.
Ya quedó enterrada.
Ya está bajo la tierra.
Ya se volvió suelo.
Se perdió su vista de ella.
Ya se acabaron sus ojos.


Quedó nuestra casa, donde seguimos pisando.

Quedó nuestra comida. 
Se quedó todo lo que nos gusta en el mundo.


Ya están cruzados mis pies.

Ya no sirven para nada mis gallinas.




Ámbar Past

Yayamé, Colección Libros de Chiapas, Publicaciones del Gobierno del Estado, 1981.



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